viernes, 9 de diciembre de 2011

El monje que vendió su ferrari


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El visitante
misterioso
Era una reunión urgente
de todos los
miembros del despacho.
El viejo Harding
fue el primero en dirigirse
a la asamblea.
-
Me temo que tengo
muy malas noticias.
Julián Mantle sufrió un
ataque ayer mientras
presentaba el caso Air
Atlantic ante el tribunal.
Ahora está en cuidados
intensivos recuperándose.
Sin embargo
Julián, ha tomado
una decisión: ha decidido
abandonar el bufete
y renunciar al
ejercicio de su profesión.
Ya no volverá a
trabajar con nosotros.

sía de decírmelo en

persona. Ni siquiera

dejó que fuera a verle

al hospital. Tampoco

aceptó mis llamadas,

posiblemente yo le

recordaba la vida que

deseaba olvidar. En

fin, una cosa si tengo

clara: aquello me dolió.

Todo esto sucedió

hace unos tres años.

Lo último que supe de

Julián fue que se había

ido a la India en no sé

qué expedición. Le

dijo a uno de los socios

del bufete que

deseaba simplificar su

vida y que “necesitaba

respuestas”. Había

vendido su residencia,

su avión y su isla.

Había vendido incluso

el Ferrari ¡Julián Mantle

metido a yogui?, me

dije. Qué caprichosos

son los designios de la

ley.

Las primeras respuestas

a algunas de mis

preguntas llegaron

hace cosa de dos meses.

Genevieve, mi

ayudante se asomó a

la puerta y me comentó
Tienes una visita

John, dice que es urgente

y que no se irá

hasta que hable contigo.

- Está bien, dile que

pase.

La puerta de mi despacho

se abrió lentamente,

vi a un hombre

risueño de unos treinta

y cinco años. Era

alto, delgado y musculoso

e irradiaba vitalidad

y energía.

Otro abogado de primera

que viene a quitarme

el puesto, pensé.

Pero ¿por qué se

quedaba ahí parado

mirándome?

El joven siguió mirándome

tal como Buda

habría hecho con su

pupilo favorito.

-
¿Es así como tratas a

tus visitas John, incluso

a quienes te enseñaron

todo cuanto

sabes sobre la ciencia

del éxito en una sala

de tribunal?
El corazón me dio un

vuelco…
Julián, ¿eres tú? ¡no

lo puedo creer¡
La sonora carcajada

del visitante confirmó

mis sospechas. Me

asombró su increíble

transformación. Ya no

tenía aspecto de viejo

ni al expresión enfermiza;

tenía la mirada

clara. Julián ya no era

el ansioso abogado,

no, este hombre era

un juvenil, vital y risueño

modelo de

cambio.

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